De la conmoción
hubo un espectador,
escapa y avisa a los otros.
Escucho gritos, veo luces.
Antorchas se acercan,
sé que vienen por mÃ.
Limpio mis manos para
sostener mejor la katana,
mi kimono blanco
sigue manchándose.
Ellos vienen, se detienen
al reconocerme, hay
incertidumbre en sus miradas.
Luz de luna menguante,
permÃteme vislumbrar
los rostros de mis atacantes.
«¡Es un demonio!»
gritan y corren.
Me atacan.
Veo la luna,
hay siluetas
acercándose.
Pies firmes sobre el suelo.
Desenvaino y ataco.
Corto y corto,
me deslizo con el aire.
Corto y corto,
caen torsos, golpean el suelo.
Charcos de sangre
se mezclan con la tierra,
piso el lodo.
Gritan y se acercan
más hombres.
De sus bocas escapan
insultos atroces.
Los reconozco,
he estado con ellos,
compartimos el sake,
los acompañé al burdel,
estuvimos juntos
en el campo de batalla.
Todo se ha manchado de rojo,
pies cubiertos de lodo.
Corto y corto,
caen torsos.
Hoy he enfrentado a quienes juraron ser mis amigos. Ellos me vieron morir. Hoy los escuché reÃr sobre el agujero que serÃa mi tumba, me llamaron demonio al verme salir. Hoy escuché de sus bocas, palabras de alivio al verme morir; hoy escuché de sus bocas, palabras de odio al verme aquÃ. Hoy he cortado a quienes juraron ser mis amigos, los he visto morir.
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