Hay fuego que se difumina
en la montaña, puedo verlo
desde la ventana. Guardo
mi katana y armadura.
Camino por el prado
sin oÃr mis pasos.
Llego al lago
y te observo sentado
en una piedra, rezando.
Fuego rojo,
llamas anaranjadas,
doradas nubes.
Nos acecha la noche,
el sol retrasa su partida;
me deja verte algunas horas,
algunos segundos
que parecen eternos.
Déjame acobijarte
en mis brazos. Recemos
juntos, pidámosle al cielo
otro atardecer.
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