Cada año, el sol
va quemando
un poco más,
como si el planeta
se acercara
para darle un abrazo.
Cada año
hay menos árboles,
hay más reglas sociales
y el sabor de los peces
se ha vuelto amargo.
Cada año
la paz de esta era
de calles de cemento
y casas enormes,
se vuelve endeble.
Los rostros de las personas
se han vuelto hostiles.
Rostros cansados,
rostros maquillados,
rostros demacrados
y ropas incómodas.
Debo derrochar el pan
para atraer a las palomas.
Debo perderme en el bosque
para escuchar a los búhos
preguntarse “quién” en inglés.
Dejé de alimentar cuervos
pero las calles de concreto
huelen a carne podrida.
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