Un duelo que perdiste,
en tu mirada: desolación.
Ella te amaba,
ella nos amaba a los dos.
Firmamos un acuerdo,
juramento de protección
hacia su vida y mi cuerpo.
ParecÃa noble tu razón.
Me aceptaste bajo tu techo
al tomar la mano de mi hermana,
la más hermosa flor.
Fuiste el primero
en reconocer mi fuerza.
Acepté esta vida
como guerrero
bajo tu mando. Mi señor,
tú reconociste mi valor
y, por eso,
resguardé tu espalda.
Te juré lealtad
y, bajo las tumbas
de tus enemigos,
enterramos el secreto
de mi nacimiento.
¿Por qué?
Si tuya era mi fuerza,
tuya era mi voluntad.
¿Por qué?
Me volvà silencio
y te seguà por el camino
con pies malheridos
y moral marchita.
¿Por qué?
Si con esta muerte
los ojos de mi hermana
volverán a llorar.
La matanza asustó al sol.
Noche de luna llena
nos juzga ahora,
solo quedamos tú y yo.
Me acerco, me asombra
que no hayas huido.
Tu cabello suele estar peinado, acomodado en una coleta alta, es de un oscuro color, negro y brillante al mismo tiempo, sentÃas orgullo y lo presumÃas con el restro. Ahora tienes mechones sueltos. SonrÃes con histeria, tus labios se retuercen. Tus ojos se han enrojecido porque te niegas a parpadear. Tu mandÃbula se contrae, aprietas con fuerza los dientes. Hay sudor en tu rostro. Has sudado tanto que la tela se pega a ti. Sientes miedo. Ya no quedan hombres que te protejan. Aún asÃ, te niegas a levantarte de la silla. Tus manos se aferran a la madera, cierras los puños con fuerza.
¿Acaso mi presencia hace palpitar tu corazón? Si pudiera verme, yo también sentirÃa temor. Sé que mi presencia es la de un demonio. Tanta sangre, sangre tibia y sangre seca, casi no puedo distinguir mi propio color. Mi kimono blanco, ese que compraste solo para verme morir, se ha vuelto un harapo. Me disculpo con mi hermana por haberlo manchado, sé que fue ella quien lo escogió para mÃ.
La noche es frÃa, me acerco lento. Puedo sentir cómo el viento mece mi cabello. Sé que estás intranquilo, quiero disfrutar el momento. Quiero admirarte por más tiempo. Recordaré esta escena aunque mi condena sea eterna. Me pregunto si fue dios quien la muerte me negó, me pregunto si dios también te quiere muerto. ¿Cuántos males has cometido en este mundo? Gimes y gritas palabras que no quiero escuchar. Por más que supliques, tus pecados no voy a perdonar.
A dos pasos estoy de ti.
Por fin te levantas,
te arrodillas
y ruegas.
Me das asco.
«Levántate» ordeno
y obedeces.
Elevo mis brazos,
blando la espada,
silba en el aire,
formo un arco.
En tu rostro el miedo,
hay lágrimas bajando.
El filo toca tu cuello.
Desgarro piel,
desgarro hueso.
Tu cabeza cae
y rueda unos metros.
Fluye sangre como fuente.
Se desploma el resto
de tu cadáver.
Conservaré este momento en mi memoria.
Aún si vivo una eternidad, lo recordaré.
El agujero en mi interior
sigue estando vacÃo.
Culminé esta venganza,
mis manos tiemblan,
corroÃda mi alma.
A pesar de todo lo que planeaba,
te di un final pacÃfico.
Hierba que mató pueblos
con su veneno
fue cortada de raÃz
con estas manos.
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