Una sábana blanca cubre mi rostro
(¿por qué aún tengo un rostro?).
Pasos se acercan, escucho voces.
—Por fin ha muerto, fue muy insolente.
—Fallaron en matarle hace dos noches,
¿cómo sobrevivió?
—Llegó ayer en la mañana,
hizo reverencias ante nuestro señor,
pidió disculpas por seguir con vida.
—Al menos sabe que ha sido un estorbo,
debió cerrar la boca desde el principio.
Corté mi vientre y morÃ
para recuperar mi honor.
En mi nariz siento el oxÃgeno.
¿Por qué aún respiro?
Tengo cabeza y rostro,
respiro y vivo.
Siento el dolor de la traición abrirse paso entre la duda.
La incertidumbre es el temblor de mis palmas,
la ira se transforma en venganza.
Mi ejecución fue planeada, mi señor me abandonó.
Si he muerto y revivido, pagué con el dolor
de mi cuchillo y ya no importa el honor.
Déjame quitarte la vida. Déjame golpearte el rostro hasta que en mis nudillos se rompan. Déjame pegarte hasta quebrar los huesos de mis dedos. Déjame destrozar tu cuerpo hasta dejar mis manos entumecidas. Déjame desquitar el odio que siento.Â
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